La bolsa vacía. 1.Rabia


En 2008 sufrí mi primer pérdida gestacional. Se trató de un aborto involuntario provocado por un embarazo anembriónico. Debo decir que de ese hecho hay varias cosas que recuerdo con rabia, dolor, y tristeza.

Hoy hablaré de la rabia.

No sabía que estaba embarazada, y aunque tenía una ligera sospecha, algo simplemente no marchaba bien, supongo que el cuerpo es sabio y hace que uno lo perciba.
Mi médico privada me ordenó hacer estudios de laboratorio que confirmaron mi embarazo y mi ahora pérdida, así que me instruyó a que acudiera al hospital que me correspondía, del Instituto Mexicano del Seguro Social, porque me debían practicar un legrado; así lo hice, era tarde y en el hospital me dijeron que me fuera a casa porque para poder evaluarme debían hacer un ultrasonido y a esa hora ya no había quien lo hiciera pues eran alrededor de las 10 de la noche así que debía volver al día siguiente a las 5 de la mañana (SÍ, así "funciona", y sigue "funcionando", el sistema de salud en México).

Como la gran mayoría de las mujeres mexicanas preñadas (perdiendo o no a su bebé) hice lo que los médicos dijeron: me fui a casa y volví a la mañana siguiente.
Me realizaron el ultrasonido y confirmaron mi pérdida, más como "lo  mio no era urgente" me tuvieron un día entero sin realizar el procedimiento así que hube de tolerar varios cambios de turno, derivado de ello viví una de las tantas formas de violencia obstétrica que se practican en nuestro país (y en muchos otros) ya que las enfermeras que se retiraban, porque ya habían terminado su turno, debían informar al personal que recién comenzaba su jornada el estado de cada paciente; así recorrían las camas diciendo "Esta va a ser cesárea, esta tiene apenas dos centímetros de dilatación, esta tuvo sangrado y debe estar en reposo..." y así, hasta llegar a la cama donde yo me encontraba, entonces simplemente decían "esta es un aborto", a lo que los médicos y enfermeras que recibían la información reaccionaban mirándome con odio.
Por supuesto entendí que me estaban juzgando y por supuesto pensé "¡¿Perdón?! ¡No soy un aborto, en todo caso soy una Alicia!"

Luego de lo que calculo era más de media hora, los médicos y enfermeras dejaban de lado la charla y "se ponían a trabajar", comenzaban a pasar a cada cama, revisaban ahora sí cada expediente y hacían preguntas a cada paciente, cuando llegaban conmigo nuevamente decían "Este es un aborto", tomaban mi expediente y leían en voz alta las palabras "embarazo anembriónico". Por el dolor emocional de mi embarazo perdido, por la afectación psicológica de encontrarme en un entorno, no solo desconocido, sino poco amigable en cuanto al espacio físico, y por verme rodeada de personal médico insensible que me miraba con odio, lloré cada vez que leían "eso".

Tanto médicos como enfermeras cambiaban inmediatamente su semblante y actitud, y entonces solo pude pensar que acababan de comprender que mi aborto no había sido voluntario; me daban palmadas en el hombro y me decían "Ya, ya, no llores, lo puedes volver a intentar el próximo año, no te preocupes, solo era una bolsa vacía, no había ningún bebé."

Es muy duro escuchar esas palabras, uno simplemente no concibe cómo pueden decir cosas como esa, en mi cabeza solo me decía a mi misma "No entiendo, por lo visto hace dos segundos yo era una 'maldita mujer' que no quería a su bebé y lo había asesinado y ahora ¿'eso' no era un bebé así que 'ya no llores'? Hace dos segundos era una vida valiosa que suponían que yo había eliminado de este mundo ¿y ahora esa vida no valía nada para ellos?"

Incluso recibí la consabida frase "Ya no llores que me espantas a las demás." Y por supuesto no dejaron de referirse a mi persona como "el aborto."

Como mencioné al inicio, recuerdo esa parte de mi pérdida con rabia porque es mi parecer que las decisiones sobre mi reproducción son un asunto personal enteramente mío y nadie tiene derecho de juzgarme, en especial el personal médico del IMSS o de cualquier institución sanitaria pues su labor es cuidar mi salud y no estar emitiendo juicios, y mucho menos "aplicando castigos", aún si mi aborto hubiese sido por propia voluntad.



Y también siento rabia de la manera en que al momento siguiente minimizaban mi pérdida, como si la vida que no pudo ser no valiera nada para nadie; quizá para ellos no tenía ningún valor pero para mí era el universo entero, y el universo entero se estaba desmoronando.

Recuerdo con rabia, sí, pero entiendo que la raíz del problema que representa la violencia obstétrica tiene muchas, muchísimas aristas, y se deben analizar.

Rabia siento al saber que a médicos residentes se les obliga a trabajar en condiciones inhumanas y en un ambiente viciado por las relaciones de poder enfermizas que los niveles jerárquicos superiores gustan de preservar.

Rabia siento de no haber tenido la fuerza para denunciar ese maltrato entonces porque sé que en la violencia obstétrica hay una gran co-responsabilidad social de la que forma parte la inacción, y en ese momento formó parte la mía.

Rabia siento de que se sigan perpetuando en la educación de los infantes los estereotipos de género que permiten que la violencia contra las mujeres (incluida la obstétrica) siga existiendo.

Rabia siento de la manera en que se excluye a los padres de ejercer su paternidad desde que sus hijos están siendo gestados por su pareja, el embarazo no es solo de ellas, y ellos también tiene derechos.

Y es precisamente por esa rabia que exijo un ALTO A LA VIOLENCIA OBSTÉTRICA.
Exijo acciones concretas, que no se queden estancadas solo en el papel pues la NOM-007-SSA2-2016 se lee como algo muy humano pero en la práctica la realidad es muy distinta.

Puedes apoyar firmando la petición en el siguiente enlace: Salud de calidad


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